Sanctum Osculum

 

Acompaño la propuesta de Mag para este jueves. De penitencia, por leer este aporte, deben enriquecer su espíritu leyendo, ojalá, todas las otras publicaciones relacionadas, que las encontrarán aquí

Hoy me referiré a un tema en el que soy experto: los besos. Sí, no hagan esa cara, seguro piensan que por llevar sotana no puedo dar o recibir besos. Soy cura pero también soy humano.  Y antes de que piensen cosas feas de este padre, les cuento que he visto Casablanca, Titanic, Romeo y Julieta mínimo 50 veces.

Por definición un beso es “el contacto o presión que se hace con los labios sobre una persona o una cosa, contrayéndolos y separándolos, en señal de amor, afecto, deseo, saludo, respeto, por ejemplo”.

De las dos opciones, les confieso que yo practico con “sobre una cosa”: La cajita de limosnas. La saludo, le tengo afecto, respeto, amor podría decirse y hasta la tengo de ejemplo, por su paciencia y resignación al aguardar que los feligreses se acuerden de ella y le deseo que se llene rápidamente. También beso el altar y la estola, pero no tan seguido.

Ahora, con esto de la pandemia, por seguridad, he dejado de besar las manos de los sacerdotes recién ordenados, ¿vió? No por contagiarme del covid ese, sino porque tienen las manos cubiertas de tres capas de alcohol en gel y yo ya llego con varias copas de vino de consagrar y todo buen catador sabe muy bien, que la mezcla sería una bomba.

¿Que si sueño con besos? Sí, con toda seguridad. Como hace tres meses, quisiera estar en esa playa, asoleándome y que llegaran con un coctel tropical y me sorprendieran con un beso. Hace tres meses también quise lo mismo.

El problema que tenemos los curas con los besos es que todos los que tenemos permitidos son medio extraños para un ser humano común y corriente. Podemos besar objetos. Podemos besar exclusivamente las manos y los pies, pero de… ¡hombres! No es que tenga algo en contra de los hombres pero… es que a uno nacido el siglo pasado, le da cosita siquiera imaginarlo.

No podemos besar a ninguna mujer, sin importar si es ordenada o desordenada. No importa que sea monja o superiora de un convento. Menos a las feligresas, ¡NO! ¡Vade retro satana!

Pero uno siente cositas al igual que ustedes. Con el agravante de que en las confesiones escucho cada cosa… Menos mal, la ventanita del confesionario es translúcida. Amén. 

Bendiciones soñadas

Cardenal Farenas

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