El gusto

 

 

Bendiciones. Un feligrés de esta Parroquia me propuso (en realidad me rogó, ya que yo entiendo toda propuesta o solicitud hecha en esta parroquia como un ruego) que como sobre gustos no había nada dicho, que hablara sobre eso, el Gusto.  Como Neogéminis ya lo leyó, queda absuelta de leerlo de nuevo, siempre y cuando deje de todas maneras sus oraciones para que podamos contar en poco tiempo, con nuestra piscina propia.

¿Qué se puede decir del gusto que no se haya dicho ya? pensé, y como el tema es inédito, no tengo el problema de verificar si alguien ya dijo lo que yo estoy pensando, no fuera a caerme una demanda por derechos de autor.

Al investigar con profundo interés, averigüé que hay muchas clases de gustos. Están –entre muchos otros- el sentido del gusto, el buen gusto, el mal gusto, el mucho gusto, el gustazo, el gusto es mío y uno que me llamó bastante la atención, como fue el disgusto, que es un gusto que tiene varios valores, entre el dos y el diez, de ahí su nombre dis-gusto. Cada cual le dará el valor que más le convenga. Una de sus variantes es: Me gustó mucho, pero ese es otro tema.

A los gustos hay que desarrollarlos, no hay duda. Yo, por ejemplo, intento desarrollar el gusto por escribir -muy a pesar de los que me leen- e intento hacerlo todas las noches y a veces de día también, para sorpresa de aquellos que piensan que sólo escribo dormido.

Me enteré que el gusto está directamente relacionado con la lengua, ya que esta es su principal órgano. Por eso entiendo que hay que tener buen gusto cuando se habla. No se puede ir por la vida hablando sandeces porque eso sería de mal gusto y puede dejar muchos sinsabores.

También supe que gracias a unos pelillos que unos tienen en la lengua, el gusto es diferente. Cuando no se tienen pelos en la lengua las cosas no presentan ningún sabor. Si se dicen las cosas de frente, no hay misterio, ni malos entendidos, ni falsas interpretaciones, por lo que no debería sentirse ningún gusto haciéndolo de ese modo. Caso contrario es cuando se tienen muchos pelos en la lengua y no nos atrevemos a manifestar nuestros pensamientos directa y francamente y optamos por dar rodeos al hablar o terminamos sin decir lo que realmente estamos pensando. En este punto es mejor decir: “Mucho gusto y adiós”. Para no continuar con la farsa.

Aunque la primera interpretación que se nos viene a la cabeza cuando escuchamos la palabra ”gusto” es la de sensaciones en el paladar, el gusto también se manifiesta en otras partes del cuerpo. Entra por los ojos muchas veces, especialmente cuando vemos esos comerciales de autos último modelo que nos muestran el confort y la velocidad atados a la elegancia del diseño, de la nueva versión en el comercio. Además, aunque suene increíble, el gusto trae paz y rebaja el estrés, específicamente cuando nos referimos al gusto de viajar. El sólo hecho de vernos tirados en una playa tropical con una piña colada en nuestras manos, bronceándonos las partes del cuerpo que la sotana no permite asomarse en un día corriente en la ciudad de residencia.

Lamentablemente el gusto no se puede regalar, así que no me pidan que de Navidad les regale un poco de gusto. El gusto se lo da uno mismo, de ahí las frases: El gusto me lo doy yo, o me voy a dar el gusto.

Para terminar, quiero referirme al peor de los gustos, pero quizás el más llamativo, lamentablemente: El gusto por lo prohibido. Son tentaciones que se presentan con forma de Gusto y que debemos evitar a toda costa. Ya en el pasado una señora Eva quiso convencer a un tal Adán para que se diera el gusto, comiéndose una manzana. Por favor, no se dejen engañar por brillos de oropel y sean buena gente, pasen por la cajita de las limosnas y con gusto dejen su aporte.

Bendiciones,

 

                             

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