Intritanto...

 

Hay momentos en los que hay que tomarse un respiro, mirar hacia otro lado y esperar a que todo vuelva a la normalidad. Por eso, hoy no hay sermón, ya que me encuentro en un proceso de asimilar todo lo llovido en estos días sobre Pergamino. Como en todo, hay que disfrutar lo bueno y aceptar lo malo, aprendiendo de ambos para que en un futuro los nuevos proyectos salgan mucho mejor.

El lanzamiento del libro de la Secre, “Ocurrencias” fue todo un éxito, una maravillosa experiencia que el cielo y ustedes a la distancia, hicieron posible por todo su cariño, sus palabras de aliento, su apoyo y sus comentarios sinceros, abiertos y y sin máscaras, que nos permitieron saber si estábamos sobre suelo firme. A todos ustedes ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS! Ya iremos contándoles todo al respecto.

A cambio del sermón, hoy dejo un cuento, que se llama:

Intritanto... cuento tonto

En un reino de tantos, hace tantos y tantos años, existían tantos habitantes contentos como tantas personas tenía. El rey los tentaba con bajos impuestos, que nadie intentaba abandonar sus tierras. La intención, crecía en intensidad, por el intenso verano que carecía de los intempestuosos vientos de invierno. Todos se tentaban y querían dormir a la intemperie, bajo las estrellas intergalácticas, que inteligente y hermosamente modelaban para ellos, acompañadas por la interminable y suave brisa que los refrescaba internamente.

Con la intención de intensificar los impuestos, el Rey intendió que debía no ser tonto. Intonces dictó un interminable decreto: Intento construir más interconexiones eléctricas para no interferir con la integridad de los aparatos interconectados en cada hogar. El Intendente será el intérprete entre la población y el integrante mayor de cada familia.

Al introducir la nueva ley interina, la gente, muy inteligentemente, quiso interactuar para proponer una interdicción al edicto. Pidieron inmediatamente una intrevista con un interlocutor que pudiera resolver intrépidamente el problema e intrigar para introducir cambios en el interior del mismo.

El intríngulis no se resolvió por lo intratable que resultó el sujeto, que con su intromisión, fue intolerante a los justos reclamos. Los intrusos fueron despedidos so pena de intubarlos y tan sólo se salvaron por su instinto intuitivo que los llevó a correr intrépidamente, para no sufrir daños intramusculares.

En el interior del grupo de los intelectuales, quedó un amargo sabor a intoxicación por la mala interpretación del introito expuesto por ellos.

El mundo interpeló por esta gente al ver la noticia por el canal Internacional de televisión. El ente civil intabló una demanda interponiendo que el mundo intero exigía el intierro del nuevo decreto, Enterado el rey se enterneció, se entusiasmó y firmó con tinta, el olvido de dicha tentativa ten tonta y brindaron con tinto.

Todos los internautas quedaron enterados,

Bendiciones.

                   

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